En seis años habrá un boom de adicciones

Epoca







Ojo al dato: el consumo abusivo de alcohol ha aumentado de manera alarmante en nuestro país. Así lo dice la última Encuesta Domiciliaria sobre consumo de Alcohol y otras Drogas en España (Edades) que acaba de presentar el Ministerio de Sanidad. El 18,4% de la población encuestada se ha emborrachado hasta 10 veces durante el último año, frente al 14% en 2007. Más aún, el 14,9% se ha dado un atracón de alcohol -cinco o más bebidas alcohólicas en una sola ocasión- al menos una vez en los últimos 30 días -12,6% en 2007-.

Pero ¿a que se debe este incremento nada desdeñable? "Hay, evidentemente, un motivo asociado al momento en el que vivimos actualmente con la crisis y otro, en mi opinión, debido a falta de valores, la búsqueda de un placer o una satisfacción rápida. El alcohol es barato y nos permite colocarnos rápidamente", explica el doctor Fidel Riba, director médico del centro terapéutico Marenostrum, en Barcelona, una de las instituciones especializadas en el tratamiento de adicciones con mayor índice de éxito en nuestro país.

Como era de esperar, los efectos de la crisis económica en la salud son ya más que palpables. Aunque, según este experto, lo peor está por llegar: "Notaremos un boom de pacientes adictos dentro de seis o siete años como consecuencia de lo que estamos viviendo", declara. Y es que la adicción es una enfermedad con una primera fase saliente, durante años hace su trabajo en el cerebro aunque clínicamente no presente ningún tipo de manifestación. Al cabo de un lustro es cuando los síntomas se hacen mucho más contundentes. El deterioro se pone en evidencia: problemas a nivel laboral -absentismos, disminución de la capacidad de trabajo-, familiar -con los hijos, esposa, marido, padres-, legal -detención por conducir intoxicado, por episodios violentos... -pero, sobre todo, personal. "El síntoma más claro de la aparición de la enfermedad es cuando el paciente empieza a dejar de hacer aquellas cosas que antes le apetecían, como salir con los amigos, disfrutar de la familia o practicar deporte, por ejemplo", aclara el doctor Riba.



Cada vez más jovenes
Otro de los datos manifiestos más preocupantes es el estrepitoso descenso de edad en la que se entra en contacto con las drogas. Según el ministerio de Leire Pajín, el inicio más precoz ocurr en los consumos de tabaco y alcohol, que se sitúan por encima de los 16 años. "No estoy de acuerdo, y aclara:"Los datos que manejamos los expertos ya cifran un primer contacto del adolescente con el tóxico -tabaco, alcohol, cannabis- a partir de los 13. Con 15-16, empieza a haber otro tipo de consumo, como la cocaína y el éxtasis".

Y es que cada vez es mucho más fácil consumir a edades más tempranas, sobre todo aquellos tóxicos que están legalizados como el alcohol y el tabaco. A esto se une la desmotivación y desidia de la llamada generación ni-ni, jóvenes entre 14 y 30 años que ni estudian ni trabajan -una encuesta realizada por Metroscopia, en 2009, reveló que el 54% de jóvenes entre 18 y 34 años no tiene un proyecto por el que sentirse interesado-. "Un adolescente sin unos objetivos claros marcados y en el que el grupo hace mucha presión tiene más fácil el contacto con el tóxico. Eso no quiere decir que se convierta en adicto, pero tiene muchas más papeletas", advierte el especialista.

La buena noticia es que, por primera vez en 15 años, ha descendido el consumo de cocaína tras una etapa de crecimiento continuado entre 1995 y 2005 y posterior estabilización. En 2010, el 2,6% de los españoles ha consumido cocaína y, el 1,2%, en los últimos 30 días, lo que sitúa el consumo en cifras similares a las de 2001. No obstante, nuestro país sigue ocupando los primeros puestos en la lista de consumo en Europa, sólo por detrás de Inglaterra. "Creo que con estos datos hay que ser cauto", advierte Fidel Riba, "yo no me atrevería a darlo ya como una tendencia".


La droga del éxito
Lo cierto es que, en los últimos 15 años, el aumento del consumo de esta sustancia en España ha sido imparable. De la ha llegado a denominar la droga del éxito, asociado a directivos de empesa y grandes emprendedores con poder adquisitivo -un gramo tiene un coste aproximado de 60 euros-. "Nosotros lo llamamos el síndrome del superman", explica el doctor, "la persona que consume coca aumenta su capacidad de trabajo inicialmente, disminuye la fatiga, aumenta la interacción social e, incluso, el deseo sexual. O sea, lo tiene todo al principio, pero luego la sustancia se lo va quitando progresivamente porque cuanto más consume, a la larga, más tiempo tardará en recuperarse de los efectos de las intoxicaciones".

Otra novedad: el paciente ha pasado de ser adicto a una sola sustancia a ingerir dos o más tóxicos de manera simultánea. Según datos de la última Edades, el 50% de los consumidores sigue este patrón y el alcohol está presente en el 90% de los policonsumos. En un estudio realizado en Marenostrum, fundamentado en 1.419 historias clínicas correspondientes al período 2000-2008, se llegó a la conclusión de que en los hombres predomina el policonsumo mayoritario de alcohol y cocaína -seguido de cannabis e hipnóticos sedantes-, por lo que se le considera más social. El las mujeres, sin embargo, prevalece el alcohol acompañado de hipnçoticos sedantes -seguido de cocaína y cannabis-, lo que, para los especialistas, es signo de su marcado predominio domiciliario.

Estos patrones en el consumo podrían explicar que la enfermedad fuese más fácilmente detectable en varones, motivo por el que buscarían ayuda antes. Ellos ingresaron en el centro mayoritariamente en la franja de edad entre los 30 y los 39 años, mientras que las féminas lo hicieron entre los 40 y los 49.


Más patología dual
A la complejidad terapéutica del policonsumo se ha unido, además, el incremento de la patología dual, esto es, la aparición simultánea de una patología adictiva asociada a un trastorno mental. "La prevalencia de la patología psiquiátrica es del 20,27%. En hombres se alcanza el 20,63% y, en mujeres, el 14,28%", aclara el doctor Riba. Los trastornos más habituales son los depresivos y de la personalidad, seguidos del psicótico y bipolar.

Pero ¿son las drogas las que causan los trastornos mentales o son los trastornos los responsables de que se abuse de ellas= "El tóxico puede desencadenar una patología psiquiátrica que no estuviese previamente y también puede hacer aflorar un trastorno mental presente anteriormente, pero que no daba síntomas", explica el experto.

Por eso el procedimiento ha de ser contundente: eliminar el tóxico primero y, una vez limpio, observar si la patología psiquiátrica aparece en su forma pura o desaparece. "Hemos de tener en cuenta que el consumo de sustancias nos puede clínicamente dar cualquier sintomatología: transtorno de personalidad, depresivo, de ansiedad...", conluye Riba.


Marenostrum, las claves del éxito
El centro terapéutico Marenostrum es una institución privada especializada en el tratamiento de las adicciones: alcohol, cocaína, psicofármacos, cannabis y drogas de diseño.

Su historia arranca en 1984, cuando dos médicos psiquiatras de la unidad de Alcohología del Hospital Clínic de Barcelona, preocupados por la necesidad de ofrecer a los pacientes alcohólicos un tratamiento específico, abrieron el Centro Terapéutico del Vallès, en el Balneario Blancafort de La Garriga (Barcelona).

Fundamentado en el modelo Minnesota de terapia grupal, el centro se ha ido adaptando para dar respuesta a los continuos cambios tanto en el tipo de tóxicos consumidos como del perfil del adicto.

En 2003, Sol Bacharach, tras haber completado su propio tratamiento, asumió la dirección del centro que, en 2008, se trasladó a Mollet del Vallès (Barcelona).

Actualmente, proporciona una terapéutica combinada: una parte farmacológica y otra psicoterapéutica, para lo que cuenta con un equipo multidisciplinar.

Una vez finalizado el ingreso -entre ocho y 10 semanas-, las unidades de seguimiento, ubicadas en Barcelona, Madrid, Zaragoza y Bilbao, continúan el proceso con los pacientes para facilitarles su reincorporación progresiva a una vida absolutamente normalizada y libre de tóxicos.

Los resultados son asombrosos: en torno al 82% de los pacientes terminan con éxito el ingreso inicial y, después de tres años, más del 55% sigue sin consumir.



¿Que es una adicción? La adicción es un trastorno mental que altera la conducta. El tóxico, en general, actúa sobre lo que se denomina el circuito de recompensa cerebral. "Este circuito es vital porque actividades como beber agua, comer, o mantener relaciones han permitido que la especie se perpetúe gracias a que dichas conductas son gratificantes", explica el doctor Fidel Riba. Así, cuando se realiza una acción gratificante se liberan a nivel cerebral una serie de neurotransmisores, entre los que destaca la dopamina. La dopamina nos permite tener un estado de ánimo normal, alegre, optimista. Si los niveles de dopamina disminuyen por debajo de lo normal -que es lo que ocurre en el paciente adicto-, aparecen cuadros de depresión, malestar, inapetencia, anhedonia, etc.

Así, en un principio el tóxico provoca una liberación muy intensa de esta dopamina, lo que supone una conducta gratificante para el individuo que repite una y otra vez porque obtiene placer de inmediato. "El enfermo identifica el consumo con el placer y por eso repite las conductas", aclara Riba. Con el tiempo, la dopamina que normalmente generaría el organismo va disminuyendo hasta que deja de fabricarla. "En ese momento, el paciente seguirá consumiendo pero no apra pasárselo bien sino para evitar el malestar que genera el no consumir".

Sin embargo, ocurre que no todas las personas en contacto con el tóxico se convierten en adictas. ¿Por qué? ¿Qué factores determinan que un consumidor se vuelva adicto? "Estamos hablando de una enfermedad multicausal", apunta el experto, "existen factores personales -la constitución biológica de la persona: el sexo, la etnia, la etapa de desarrollo en la que se encuentra-, hereditarios, ambientales y del propio tóxico. ¿Por qué un paciente fumando un porro hace un brote psicótico y otros muchos no lo hacen? No lo sabemos. Evidentemente, hay un factor personal, hereditario, que tiene que participar en esto". En efecto, los científicos creen que los factores genéticos, incluyendo los cambios causados por el medio ambiente en su expresión y función, constituyen entre el 40 y el 60% de la vulnerabilidad a la adicción. Los adolescentes y las personas con trastornos mentales tienen mayor riesgo en comparación con la población general.


La adicción es una enfermedad crónica, no tiene cura. Pero, al igual que ocurre con la diabetes o de la hipertensión, tiene tratamiento. "Si el paciente diabético hace su dieta, su ejercicio, toma la medicación y se pincha la insulina, vivirá feliz con su diabetes, morirá de otra causa. El paciente es igual, tiene que incorporar esa conciencia de enfermedad y a partir de ahí aprender a vivir sin ningún tipo de tóxico", concluye el doctor Riba.





Sol Bacharach, Valencia, 56 años, un hijo "Siempre intenté ser la mujer 14, porque la 10 era poco. Llegaron la ansiedad y las cefaleas. El psiquiatra me recetó una medicación, que con control médico, era lo que necesitaba. Pero no cambié mis actitudes y todo siguió igual. Tras el atentado y muerte de mi marido -el catedrático y político valenciano Manuel Broseta, asesinado por ETA en 1992- no me permití ningún duelo y empecé una estresada vida dando clase, sacando la oposición a profesora titular de Derecho Mercantil, consejera de sociedades, formando parte de fundaciones... a la vez que atendía a mi hijo y los problemas de la vida cotidiana. Ya no volví al médico.

Aumente por mi cuenta la medicación de los psicofármacos y,sin casi darme cuenta, empecé a mezclarla con lacohol. Cada vez necesitaba más. Mi comportamiento cambió, por las mañanas era un esfuerzo brutal levantarme, hacía las cosas como un zombi y cada vez más sentía un pozo negro de ansiedad. Por suerte, un psiquiatra me recomendó el ingreso. Al terminar el tratamiento, fui dejando todos mis compromisos laborales anteriores y me centré en hacer del antiguo centro donde me había recuperado el actual Marenostrum que dirijo ahora. Ver cómo se recuperan los pacientes, vuelve a la tranquilidad a las familias y a las parejas, y reina la serenidad en las vidas de todos, no tiene precio para mí".







Carlos Vicente, Barcelona, 28 años, vive con su pareja "Probé el alcohol y los porros a los 13, en un cumpleaños. Me gustó y empecé a consumir los fines de semana lo que me permitía mi economía de entonces. A los 16, hacía instalaciones eléctricas y dispuse de más dinero. En las discotecas, se sumaron las pastillas de diseño. Comencé a beber después del trabajo, como un premio por lo bien que lo había hecho. A los 17, mi cuerpo ya me pedía algo más fuerte e incorporé la cocaína. Empezaron los problemas: tenía que tapar todo a mi familia, a mi pareja, cumplir en el trabajo, justificar mis gastos... Llegué a cender cosas, a trapichear con hachís. Me busqué otro grupo de amigos para drogarme, tenía una doble vida.

Pero acabé consumiendo solo en el coche, en los polígonos... La gente te da de lado porque te vuelves agresivo. No podría trabajar y pedía una baja. Desaparecía tres días, una semana... Mentía y manipulaba mucho. hice dos tratamientos antes del definitivo sólo para tapar bocas. Llegué a dejar de hablar a mis padres, tompí con mi pareja y con mi hermano. Hasta que no tomé yo mismo la decisión de ponerle freno y buscar ayuda no pude salir. Cuando llevaba dos años sin consumir, me puse a estudiar el máster en drogodependencias de la Universidad de Barcelona. Ahora llevo dos años trabajando en Marenostrum como monitor y soy feliz. Lo he recuperado todo".





M.E.V. Barcelona, 46 años, divorciada, dos hijos A los 23 dufrí un accidente de coche. Estuve en silla de ruedas casi un año. Cuando pude moverme, con la excusa del pobrecita de mí, comencé a beber los fines de semana y, con el tiempo, el consumo se hizo habitual. Me casé y tuve dos hijos y, a los siete años, me divorcié. Entonces trabajaba en publicidad: salidas, clientes, un mundo intenso. Me hice creer que

necesitaba consumir para trabajar más horas y, a la vez, cuidar a mis hijos. Ya era diario, solitario y a escondidas. Toqué fondo y perdí todo: la custodia de mis hijos, el piso, el trabajo. No sabía que tenía una enfermedad. Mi madre leyó algo sobre Marenostrum en una revista. Hice el tratamiento. Ahora soy terapeuta en el centro y me siento orgullosa de poder ayudar a gente que sufre".






Última actualizacin: 26-10-2015