El adicto es un enfermo lo sé, yo lo fui

Vive - Num.86 08/2008







Sol Bacharach de Valera

Sol Bacharach




Creía que podía con todo y no pidió ayuda. Empezó a tomar pastillas. ETA mató a su marido. Su hermana murió. Buscó fuerza en el alcohol. Bajó al infierno, pero renació.


Sol es tan delgada como aguerrida. Tan alta como firme. Tan clara como fuerte. Cuando la vi por primera vez, sin conocerla, nunca pensé que fuera ella. Resuelta. Sol, pese a su nombre, era como una ráfaga de aire fresco. En una precipitada puesta en escena en mi cabeza, imaginé a Sol como no era. Sus pasos eran rápidos, directos, largos. Conoce el terreno y sabe bien hacia dónde va. Es segura. Ella organiza donde nos sentaremos. Minutos después, instaladas en la mitad de la conversación, la propia Sol descubría sus armas: "Todos los que hemos superado una adicción, sea cual sea, tenemos una seguridad en nosotros mismos fuera de lo común". Y nada puede ser más cierto.

Elegimos mesa en la terraza. Pide un agua mineral fría. Perrier, para más señas. "No te imagino con una adicción encima, Sol", le digo. Y se lo digo así porque inspira confianza, dan ganas de charlar con ella. "Ni yo misma intuía algo, fui al médico esperando que diagnosticara una depresión o algo así. Pero salí con un sorprendente diagnóstico de adicción a psicofármacos y alcohol. ¿Que cómo puede una persona como yo caer en eso, doctora en Derecho, profesora Universitaria? Es más fácil de lo que crees", cuenta sin parar de hablar. "Yo era joven, tenía una brillante carrera por delante, estaba casada y vivía con mi hijo, un niño que tuve de una relación anterior. Soy la mayor de seis hermanas y siempre he tendido a querer ocuparme de todo, abarcar más de lo que el cuerpo y mentes son capaces. Sol trabajaba, Sol estudiaba, Sol estaba pendiente de su familia, Sol viajaba, Sol dirigía su casa. Sol podía con todo. O eso parecía. Era la mujer perfecta. Todo el mundo lo creía. Y yo, obligada a bregar con esa carga autoimpuesta, necesité ayuda. Quería hacerlo todo, y hacerlo bien. Pero mi cuerpo no me acompañaba. Fui al médico y me recetó tranquilizantes. Y ahí emprezó la historia".

El adicto es un enfermo

Mis neuronas se acostumbraron a los psicofármacos. Yo me encontraba mejor, me sentía más fuerte. Y ahí hubo una inflexión. Cuando debí acudir al médico para empezar a "soltar" el tratamiento -los antidepresivos y psicofármacos siempre han de dejar de tomarse de forma gradual, con vigilancia médica-, cometí el gran error: seguí tomándolos sin supervisión médica. De ahí a que la dosis inicial ya no me hiciera efecto sólo hubo un paso. Y la aumenté, incluso empecé a tomarla con alcohol. Comencé a tener síntomas de adictos. Pero no era consciente. Quería evadirme. Tenía prisa... hacia la nada". Sol es fuerte, fuma y gesticula. Y habla con la claridad, el aplomo y la crudeza de quien sabe que ha superado el problema.

Pasé del verde al rojo sin pasar por el ámbar. Mi vida era un cúmulo de emociones alteradas. ¿Te das cuenta?", me zarandeaba cambiando de tono. "En el 92, en esta vorágine, me quedé viuda. ETA asesinó a mi marido. Yo tenía 35 años y un niño pequeó. ¡Date cuenta! A los seis días estaba como si nada, en mis clases de la Universidad. Fueron años terribles. Y yo, más y más ciega en mi autodestrucción", "¿Y nadie se daba cuenta?", pregunto. "Nadie. No se notaba nada. Yo lo noto ahora, que he vuelto a ser yo. Pero por fuera no se percibía. Consumes para estar bien. Y lo logras. Estás normal. Te crees que lo estás. Es la enfermedad del autoengaño. ¡Ay! pero que no te falte, poque te vuelves loca. Nadie que no lo haya pasado lo entiende".

Consumir

En esos años de bajada a los infiernos, el calvario de Sol no había terminado. Siete años después de quedarse viuda, una de sus hermanas murió accidentalmente a causa de una adicción. "Tampoco supimos nada de la adicción de mi hermana hasta que no fue tarde. Sí, quizá bebía demasiado, pero no parecía tener un problema. Casi al final, cuando intuí que estaba mal, le pasé casualmente el contacto de una clínica de desintoxicación que había visto en un folleto. Lo que aún no sabía era que ese panfleto, tiempo después, sería el clavo ardiendo al que yo me agarraría para recuperar mi vida".

Tras la muerte de su hermana, Sol tuvo que revolver entre sus cosas en un intento por continuar con la rutina a la que obliga la vida. "Y allí, mientras ordenaba sus papeles, entre una maraña de cosas, estaba el folleto de aquella clínica que yo le sugerí a mi hermana, y con la que, a todas luces, nunca contactó. Me lo guardé. Poco tiempo después, por mi propio pie, ingresé en el Centro Terapeútico del Vallés. pionero en aquel momento. Era el centro para toxicómanos que se anunciaba en aquel panfleto".

Sol Bacharach Marenostrum

Salí curada, dos meses más tarde después de un severo tratamiento. ¿Fácil? No, no lo fue en absoluto. Me tuve que replantear toda mi existencia, mi papel en ella. Pero salí con la firme voluntad de retomar de nuevo las riendas de mi vida. Y así lo hice. Volví a dar clases, a tener una relación normal con mi familia, con mi hijo, conmigo misma. Y me encontré con gente que estaba realmente orgullosa de mí".

¿Y no te ronda nunca el fantasma de volver a caer? "Claro que sí. Pero cuando tengo un bajón sé a quién acudir, tengo salvavidas a los que aferrarme sin caer en el alcohol". Salió tan curada y tan motivada de allí que se hizo con el centro. Lo tomó como su proyecto de vida, y, tras mucho trabajo, se puso al frente de él. Le dedica muchas horas. Ahora el centro se llama Mare Nostrum. Trabajan 21 personas, la mayoría ex adictos. "Nadie como nosotros sabe por lo que va a pasar el que llega a ingresar. Poder sentir cómo evolucionan, cómo salen; abrazarles junto a su familia... Eso es único". "Dime dos cosas por las que este centro es diferente a los demás", le digo. "Uno, quienes te atienden han pasado por lo mismo que va a pasar quien ingresa.

Sol Bacharach

Dos, y más importante: aquí el adicto tiene una enfermedad, No se indagan tanto las causas por las que ha llegado a ella. Lo esencial es curarle. Cuando alguien va al médico y le diagnostican diabetes, por ejemplo, no se paran tanto a pensar por qué es diabético; hay que curarle y dar nuevas pautas de vida para salir adelante. Las adicciones se deben tratar así".

Bacharach Marenostrum

Un centro para salir del pozo
Sol cuenta que, cuando intuia que su hermana bebía, le recriminaba: "¡No tienes voluntad!". Error. El adicto es un enfermo. Aquel lugar en el que Sol se curó es hoy Mare Nostrum, un centro privado al que acuden adictos, la mayoría profesionales de nivel socioeconómico medio-alto, con el índice de curación mayor de España: el 83%. ¿El secreto del éxito ? Tratar a los pacientes como a enfermos y seguir un tratamiento innovador. Es un trabajo duro. Se trata adicción al alcohol , marihuana, cocaina y psicofármacos. Para atender a toxicómanos sin medios colaboran con Mensajeros de la Paz para formar a sus terapeutas. Mare Nostrum tiene un centro de ingresos y cuatro de seguimiento repartidos por España, y en 2008 habrá otro más novedoso donde se tratarán las nuevas adicciones: internet, juegos, móviles...


Tel.:93 871 46 00, de Barcelona.
info@centromarenostrum.org




Sol Bacharach en Vive
Fuente: Vive num.86
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Última actualizacin: 26-10-2015