Empezar de nuevo

Yo Dona - 18/02/2008

POR Mercedes de la Rosa FOTOS Jordi Oliver

Centro desintoxicacion

María permaneció ingresada 74 días.

Ahora, está totalmente recuperada y sabe que no consumirá "nunca mas".



Tocar fondo, explotar, tomar conciencia de que se necesita ayuda e iniciar otra vida, sin sufrimiento y sin drogas. En Marenostrum, los enfermos están asistidos por personas que antes han vivido el mismo infierno. Mujeres triunfadoras que cayeron en este pozo y han logrado salir de él coinciden en que, a pesar de lo duro que resulta, vale la pena.



Clinica desintoxicacion


Sol Bacharach lo tenía todo. Era joven, guapa, madre de un hijo y se había construido una exitosa carrera como abogada especializada en Derecho mercantil. Una superwoman con una vida aparentemente perfecta y glamurosa. Acostumbrada a ser la primera de la clase, creció convencida de que podía con todo. "Era una arreglamundos", dice con una media sonrisa, "del mío y del de los demás. No me permitía ni una debilidad." Para lograrlo, se apoyó en los psicofármacos y el alcohol: una pastilla para relajarse, otra a la hora de dormir, ginebra con Isostar para levantarse... Y así fue incrementando la ingesta de tóxicos hasta que, tras muchos años de adicción, se rindio. En julio de 2000 pidió ayuda por primera vez en su vida. "No podía más." Entonces, tal y como reconoce, empezó la verdadera tesis doctoral de su existencia. Una tesis que le permitió ver luz más allà del túnel. "Volví a nacer." Cambió del Derecho por otro proyecto:convertir Marenostrum, el lugar donde se había desintoxicado, que ahora está en Mollet del Vallès (Barcelona), en uno de los centros terapéuticos de referencia en España, dotándolo de nuevas terpias. Y lo logró.

La historia de la adicción de Sol es una más en nuestro país. Tal y como refleja el último informe del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanias (OEDT), España encabeza la lista de las naciones con mayor consumo de drogas legales (alcohol y psicofármacos), así como ilegales (cocaína, cannabis, hachís, éxtasis, etc). Si a esto se le suman las adicciones que no implican la ingesta de sustancias químicas, como la compulsión al juego, las compras, el sexo o las nuevas tecnologías, que aumentan de forma vertiginosa y que el estudio no contempla, se hace evidente que este es un problema habitual entre los españoles. Las mujeres representan el 25% del total de personas que lo padecen y, aunque hasta hace poco el perfil más común era el de una casada de entre 35 y 50 años, con hijos, que se ocultaba para consumir, este ha cambiado en los últimos tiempos. Tal y como apunta el equipo terapéutico de Marenostrum, las féminas consumen drogas cada vez más jóvenes y se atreven con todo tipo de sustancias.

Coral fue una de esas que ocultó su adicción durante años. "Socialmente, no se acepta igual a una mujer sola en un bar que a un hombre." Esta reconocida catedrática de Historia, de 53 años y madre de cuatro hijas, llevaba media vida tomando alcohol a escondidas. "No era una bebedora social, ni siquiera mis padres sabían que era alcohólica." Durante la enfermedad, pasaba épocas sin beber y sustituía su adicción al alcohol por el trabajo: "Me convertía en una máquina de trabajar", así llenaba el hueco que le dejaba la bebida. "Esta es la enfermedad del autoengaño; te dices a ti misma que no eres adicta porque no bebes tanto o porque puedes parar, y de hecho lo haces durante meses, pero después de un tiempo vuelves a consumir, porque sientes un vacío muy grande." Hace un año, cuando su hermano la llamó por su cumpleaños, al otro lado de la línea telefónica oyó: "Por favor, ayudadme, ya no puedo más". Había tocado fondo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) contempla cualquier adicción como una neuroadaptación mental que altera la conducta. El desencadenante de esta enfermedad es una mezcla de factores biológicos -existe una predisposición genética-. de personalidad y sociales. Cuando se juntan los tres, quien consume alcohol, pastillas u otras drogas se convierte en adicto. "Es como la lotería", explica la directora de Marenostrum, "hay a quien le toca antes y a quien le toca después, o a quien no le toca nunca." Una persona es adicta si no puede dejar de consumir un tóxico y lo necesita para relacionarse, relajarse, evadirse de su realidad, ser más simpático o sentir placer. "Ese para se vuelve cada vez más frecuente", apunta Ana, terapeuta y ex adicta. "Entoces se empieza a justificar lo injustificable, y el adicto consume por encima de hijos, padres, trabajos y parejas, generándose a si mismo, y a su alrededor, mucho sufrimiento." Esta persona sólo tocará fondo cuando su padecimiento se haga insoportable. Y, en el momento en que esto ocurre, todo explota.

Sol Bacharach

Sol Bacharach, directora de Marenostrum

La viuda de Manuel Broseta, asesinado por ETA fue adicta a las pastillas y al alcohol. Tras un intenso proceso de curación, convirtió este centro en su proyecto de vida.

Falsas creencias Entre los tópicos erróneos que rodean el mundo de la adicción se encuentra el de que hay que consumir mucho para ser adicto, que únicamente ocurre en familias desestructuradas o de poder adquisitivo bajo o que el entorno se daría cuenta inmediatamente si llegara a ocurrir. "Esta enfermedad no es escandalosa", explica Bacharach, "porque no muestra cicatrices ni heridas. Afecta a la mente y al alma, y transcurre la mayor parte del tiempo en lo que llamamos silencio clínico: el paciente va cambiando de actitudes, hábitos y amistades de manera muy sutil, por lo que su entorno no tiene por qué enterarse de lo que ocurre. " Llega un momento en que el enfermo hace girar todo su mundo -ocio y relaciones- alrededor del consumo. "Si alguien o algo no tiene que ver con tu adicción, deja de interesarte y lo apartas", explica Maria, de 38 años, quien perdió a sus amigos, a su novio y el interés por su trabajo a cambio de su único amor: la droga. "Teniéndolo todo, me quedé sin nada", apunta.

Su infancia había sido la de cualquier niña de familia estructurada de clase media alta. Como la mayoría de los adolescentes, pasó una época de timidez e inseguridades y fue entonces cuando descubrió que el alcohol la ayudaba a desinhibirse. Se encontraba más simpática cuando bebía, y por eso empezó a hacerlo con amigas y en celebraciones familiares. A los 18 años, un psicólogo que trataba de orientar su futuro le recetó benzodiacipinas y ansiolíticos, que María no dejó durante años. Después vinieron la cocaína, mezclada con alcohol, y, de vez en cuando, "para relajarme", así se lo vendía a sí misma, "marihuana". "Llegó un momento en que no podía funcionar sin consumir", reconoce. Tras una semana alimentándose de pastillas, drogas y alcohol, su madre la encontró en el suelo del cuarto de baño inconsciente.

Ingresada en la UCI, un médico detectó lo que le pasaba por primera vez: era una adicta a todas esas sustancias. Ella apenas guarda recuerdos de aquellos días: "No sabía dónde estaba ni qué me pasaba, me encontraba tan mal que pedí que hicieran conmigo lo que quisieran. Necesitaba dejar de sufrir". María pensaba que bebía y tomaba drogas porque el trabajo no le llenaba, porque sis amigos no la entendían y porque no tenía ilusión por nada. "Estaba convencida de que sufría una depresión", aclara, "pero luego me di cuenta de que todo eso me ocurría porque consumía, y no al revés."



Arte-terapia

Los enfermos se expresan a través de la pintura.


Terapia en grupo

Un momento de la terapia en grupo. Ana tocó fondo a los 30 años.


Es otra de las falsas creencias en torno a la adicción: que el enfermo consume como consecuencia de una serie de situaciones o desgracias que le han ocurrido en la vida. Es frecuente la búsqueda de excusas e historias melodramáticas que justifiquen el apoyo en los tóxicos. El equipo terapéutico de Marenostrum deja muy claro que ninguna situación lleva a alguien a ser adicto. "Uno consume y le suceden cosas", explica Sol Bacharach, quien vivió la muerte de una hermana adicta y el asesinato de su marido, Manuel Broseta, a manos de la banda terrorista ETA, "pero estono te fuerza a consumir. Todo el mundo vive situaciones difíciles y no por eso lo hace." En el tratamiento de desintoxicación, también a Coral le desmontaron la historia que se había construido durante 30 años con los malos tratos que había sufrido en su matrimonio. "Me di cuenta de que los había utilizado para justificar mi alcoholismo. Necesitas excusas que avalen tu actitud."



Dejar la adicción

Coral no quiere que se la reconozca Asegura que no desea causar más dolor a sus familiares y amigos del que ya han sufrido por su adicción.


"Cuando el adicto ingiere un tóxico, este actúa por el mismo canal que el sistema de recompensa del cerebro", explica el doctor Fidel Riba, responsable médico de Marenostrum. "La droga, las pastillas, el consumo, el juego o el alcohol generan un bienestar muy parecido al que experimentamos, por ejemplo, cuando comemos." En esta acción, las neuronas sufren un proceso de adaptación que provoca en el enfermo el espejismo de necesitar esa sustancia para seguir funcionando. Por eso, tal y como reconocen los enfermos, la mayor dificultat que encuentran en la rehabilitación no es dejar los tóxicos, sino lidiar con la angustia que provoca la abstinencia del nunca más. "El adicto no consume para pasárselo bien, sino para no sufrir cuando deja de hacerlo", puntualiza el doctor Riba. Es el vacío del que habla Coral y que Ana pensó que nunca superaría. "Llevaba más de la mitad de mi vida bebiendo alcohol y drogándome, no me veía capaz de dejar todo aquello por lo que había vivido y luchado durante tantos años." Trabajaba como auxiliar de clínicaen una UCI, por lo que tenía la tentación en casa. Desde que acababa su jornada laboral hasta que volvía al día siguiente, su vida se llenaba con pastillas, alcohol y otras sustancias. Un día, también ella explotó: "Me quise morir", recuerda. "Tuve que empezar desde cero con 30 años."

Una nueva vida Vaciar la mochila para volver a llenarla es el método que utilizan en Marenostrum a través de terapias de grupo y otras actividades, como arteterapia o cineforum. "Hay que ir al principio, a antes de consumir", explica el coordinador terapéutico. "El enfermo se ha acostumbrado a mentir, a vivir una irrealidad, y el grupo, en la terapia, retira ese velo." Igual que Ana, el resto de terapeutas del centro ha pasado por el mismo proceso y saben lo doloroso que es (todos son ex adictos que se han formado para asistir a quienes padecen esta enfermedad). "El paciente sufre porque se da cuenta de lo patética que ha sido su vida hasta entonces, de lo que ha llegado a hacer para consumir, del daño que se ha provocado a sí mismo y a la gente que quiere, y ha de sacar todo eso para hacerse una persona nueva." El precio del tratamiento oscila entre los 20.000 y los 24.000 euros.

La reprogramación neuronal pasa por abandonar hábitos, vinculados con la droga: a María le prohibieron llevar colores chillones; a Coral, leer libros compulsivamente; a Sol, escuchar ópera...

La reprogramación neuronal pasa por abandonar hábitos, costumbres y amistades que tengan vinculación con la droga, para volver a empezar una rutina estructurada sin tóxicos. No importa la edad ni el pasado. María reconoce que es lo más difícil que ha hecho en su vida: "De repente, te desmontan la historia que te has creado durante años, te quedas como un pajarito desvalido". Tan mayúsculo es el cambio que a esta atractiva mujer se le hizo imposible mirarse al espejo: "No me reconocía", confiesa. Sin embargo, hoy se siente orgullosa, sus ojos brillan y empiezan a llenar su vida de cosas que, por primera vez, ella misma escoge. "El consumo de substancias aumenta la prepotencia y la soberbia", explica Ana, "dejarlo requiere un gran acto de humildad. Si no se aprende a ser humilde, no se consigue." A María le prohibieron vestir ropa de colores chillones y relacionarse con hombres; a Coral, leer libros compulsivamente; a Sol, escuchar ópera durante meses. "Lo que tiene vinculación con la vida anterior debe desaparecer durante un tiempo, para luego reaparecer sin tóxicos", dice Ana. "Se logra volver a la existéncia de antes y ser feliz, pero sin drogas."

Tras dos días de incomunicación en una habitación con vitaminas y sedantes para no sentir el vacío, los pacientes permanecen una media de 2 meses internados en el centro, cumpliendo horarios, terapias y actividades. "El cuerpo se desintoxica en 15 dias, pero la mente tarda entre 2 y 5 años", apunta Ana. Una vez recibida el alta, el adicto empieza la vida fuera, aunque también estrictamente pautada, con límites y terapias diarias. "Entonces es cuando notas que realmente empiezas una nueva existencia", asegura Coral, "y al principio da mucho miedo." Ana reconoce esos temores: "Yo también pasé por ellos, te angustia pensar qué vas a hacer el resto de tus días sin tóxicos". Por eso, el equipo terapéutico programa la salida al milímetro. Horarios, reuniones familiares, trabajo, relaciones, ocio, todo está cuidadosamente pautado y se va incorporando poco a poco para asegurar que se asimila. Esta minuciosidad es la que permite que el índice de éxitos de Marenostrum llegue al 83%. "Si se recae es porque se ha empezado antes de tiempo a hacer cosas que aún no tocan", puntualiza Ana.

Tras 74 días ingresada y más de un año de tratamiento, María tiene claro que jamás volverá a la droga. "Naces y mueres adicto", explica, "esto es una enfermedad que, a diferencia de otras, tiene solución pero la recuperación depende sólo de uno, si lo haces por los demás no sirve". Ella ya tiene permiso para vovler a vestir ropa de color -aunque ahora prefiere los tonos claros- y no le crea ansiedad pronunciar ese nunca más impensable en su vida anterior. "Aquí me han enseñado que se puede vivir sin consumir, y que se puede vivir muy bien." Coral, que acaba de empezar esa nueva existencia fuera y ya puede leer 45 minutos al día, la escucha atentamente. Con una sonrisa, se lamenta: "Lástima que no me haya pasado todo esto antes, porque ahora empiezo a saber vivir". Sol pensó lo mismo hace siete años. Ver cómo se recuperan los pacientes y aprenden a ser felices sin consumir es el verdadero cum laude de su vida. Y lo dice mientras suena opera de fondo.







Yo Dona - El Mundo - Centro Terapéutico Marenostrum
Fuente: Yo Dona
18 de Febrero de 2008
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Última actualizacin: 26-10-2015